Concepto
El G-8 es un espacio para el debate y la reflexión
donde los países miembros toman decisiones respecto de la gestión política y
económica mundial. Constituye, fundamentalmente, un ámbito para la cooperación internacional.
El G-8 está compuesto por los países que integran el
G-7, más Rusia. El G-7 agrupa a las economías más industrializadas del mundo:
Alemania, Italia, Canadá, Japón, Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
El objetivo de las reuniones, que se celebran de forma
periódica, es informarse acerca de sus políticas, intentar coordinarlas en la
medida de lo posible y posicionarse sobre diversos temas internacionales. Sus
decisiones se toman por consenso, si bien no resultan vinculantes ni de obligado
cumplimiento para cada uno de los países.
Las reuniones anuales de los jefes de Estado o de
Gobierno son a puerta cerrada, por lo que únicamente se conoce el contenido de
las declaraciones finales.
Evolución del G8
En el año 1975 comenzaron a celebrarse cumbres
económicas anuales a nivel de jefes de Estado o de Gobierno.
Desde 1987, los ministros de Hacienda y gobernadores
de bancos centrales del G-7 se han reunido, al menos semestralmente, para hacer
un seguimiento de la evolución económica mundial y evaluar las políticas
económicas. El Director Gerente del FMI suele participar en las discusiones
sobre supervisión que mantienen los ministros de Hacienda y los gobernadores de
bancos centrales del G-7.
Rusia participó por primera vez en la cumbre del G-7
celebrada en Nápoles en 1994. En 1997 participó nuevamente en la Cumbre que
tuvo lugar en Denver, incorporándose únicamente en la segunda parte de las
reuniones. En la cumbre de Birmingham de 1998 se creó formalmente el G-8. Si
bien Rusia no es una de las mayores economías industrializadas, es una gran
potencia desde el punto de vista estratégico y energético. También ha sido
apoyada por su esfuerzo de incorporación a una economía de mercado.
Inicialmente, las reuniones del G-8 abordaban temas macroeconómicos,
si bien en la actualidad son muchos los asuntos que conforman la agenda de
estos encuentros: estabilidad financiera, tipos de cambio, crecimiento
económico, pobreza, seguridad, relaciones exteriores, energía, medio ambiente,
comercio, etc.
Partidiarios y detractores del G8
Tanto en el entorno académico, como político y
empresarial, entre otros, existe un número importante de partidarios del G-8,
que lo consideran un foro para el análisis de los problemas económicos y
financieros entre los países industrializados más importantes del mundo. Este
grupo canaliza sus presiones a través de las organizaciones económicas
internacionales pues, no en vano, sus miembros cuentan con gran poder en estas
instituciones. Así, por ejemplo, en el Fondo Monetario Internacional los países
del G-8 acumulan más del 40% de los votos.
Sin embargo, cada vez son más las voces que se
escuchan en contra del G-8. Sus críticos lo consideran como un club de países
ricos que pretenden determinar el devenir de la economía, la política, y la
sociedad internacionales. Pero incluso algunos de sus integrantes consideran
que, dadas las actuales circunstancias económicas, se ha quedado obsoleto. Este
grupo ya no tiene suficiente credibilidad, pues los problemas a los que nos enfrentamos
en un contexto de globalización, no pueden ser resueltos solamente por los
países industrializados y, mucho menos, a nivel local. La globalización precisa
de un gobierno económico global.
El año 2008 supuso un punto de inflexión en las
relaciones económicas internacionales, por ser el año en que la crisis se pone
absolutamente de manifiesto. A partir de entonces comienza a ponerse en duda,
con mayor énfasis, la legitimidad de este foro.
Moisés Naím, editor de la revista Foreign Policy,
señalaba en un artículo publicado en el diario El País (La magia del punto G),
el 28 de junio de 2009, que los acuerdos multilaterales son aquellos en los que
la mayor parte de los países del mundo se comprometen a operar con las mismas
reglas en el contexto internacional. Esto ha funcionado durante algún tiempo,
pero no lo hace en la actualidad. Se pregunta Naím cuándo fue la última vez que
un gran número de países se puso de acuerdo para afrontar conjuntamente un
importante problema mundial. Desde su perspectiva, la última vez que un gran
número de países adoptó un acuerdo fue en 1994, cuando se decidió la creación
de la Organización Mundial de Comercio. A medida que aumenta la globalización
disminuye la capacidad para lograr consensos y las negociaciones multilaterales
fracasan. No puede haber consenso entre 200 países, de manera que una
alternativa es optar por el minilateralismo. Pero, ¿cuál es el número óptimo?
Si tomamos el G-8, los países no invitados a la mesa de negociación denuncian
el minilateralismo como excluyente, antidemocrático e ilegítimo. ¿Cuál es,
entonces, el punto de equilibrio entre eficacia y legitimidad?.
Existe también a escala internacional un fuerte
movimiento anti-globalización que reclama al G-8 un cambio en su enfoque
neoliberal. Toda cumbre del G-8 va asociada a los movimientos
anti-globalización, que comenzaron a tener una mayor visibilidad a partir de la
celebración de la Cumbre de Seattle de 1999, organizada por la Organización
Mundial del Comercio (que llegó a ser bautizada como “batalla de Seattle”). Se
debe destacar, en cualquier caso, que los movimientos antiglobalización se
caracterizan por su amplia heterogeneidad, su falta de consciencia y propuesta
de alternativas reales respecto de las condiciones concretas que impone la estructura
económica e institucional internacional, y la ausencia de coordinación.
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